sangran mis bilis por la indolencia del hombre.
Las madres ahogan sus lágrimas en manos heridas.
Y los pies cansados buscan las tumbas,
del frío cielo, del calor del infierno.
Solo, encuentran monedas de oro
en las manos y consciencias de los jueces.
Sepulcros blanqueados por las injusticias,
carcomen los ácaros, sus túnicas negras.
La viuda y el pobre extienden sus manos
en una eterna suplica de sentencia.
El mundo se rompe en mis manos,
con esta casta de intocables.El génesis de la justicia vendrá,
entonces y solo allí, se les dará
lo que no imparten los jueces.
¡Justicia!..lo que no imparten los jueces.
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