Solo bastaron algunas palabras, y un deseo carnal,
invadiendo nuestra piel y nuestros pensamientos...
¡El calor del verano, era perfecto!
La droga del deseo estaba inoculando en nosotros,
un instinto primario del ser humano, todos los sentidos estaban
dispuestos a participar de una promiscuidad y de placeres, sin restricciones.
Como una ilusión apareció ella, al poco tiempo de hablar,
solo el tiempo que tardé, en tomar una ducha.
¡Deja la puerta abierta! Estoy llegando exclamó.
¿Se haría todo realidad?
Como una profesional, ocultaba su apariencia, se sacó la ropa,
a la entrada sin mediar palabra, quedó desnuda ante mí.
¿Cuánto tiempo tenemos? pregunté.
¡Me gusta mucho el tiempo para amar!
Cuarenta y cinco minutos y esto no es amor, es solo sexo,
mi tiempo tiene un coste muy alto. ¿Cuál pregunté? ¡El ser infiel!
Ya no hablamos más, nada de palabras, solo miradas de deseo...
Había que actuar, la lujuria se apodero de ambos, no era amor,
solo sexo, ¡Sexo del mejor!
Tome la iniciativa, como un buen domador, deseaba deleitar
mis oídos, con sus gemidos y mis labios con sus besos.
Los besos que son las muestras de la aceptación, y de lo que las palabras no son capaces de describir en el momento.
Solo falta un beso, para saciar todo, la soledad, la alegría, el morbo
y todo lo que sabemos y deseamos
Mi lengua recorrió los caminos, más íntimos de un cuerpo
esculpido en mármol, por el gran Fidias.
Abrace su cintura, perfecta, que se arqueaba hacia atrás cuando
montaba al gran Bucéfalo.
Tomó el control y cabalgó en diferentes posiciones, el éxtasis
los mezclaba con movimientos ondulados, como dibuja el viento
sobre las arenas del gran desierto.
Mi cama, sonaba al ritmo de sus gemidos, y todo iba a más, cuando sonó el teléfono... ¡No respondió! ¡Debo irme!
Y se marchó sin decir palabras, fueron minutos de gran placer, marcados por la infidelidad.
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Foto de la red.
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