Salí a recibirte te vi muy frágil, como el más bello
y delgado cristal de Murano.
Inocente, de voz suave, como una suave brisa
en un atardecer, o como el sonido de una mariposa
al emprender el vuelo.
Tus ojos verdes esmeraldas, se escondían de mi rostro.
Y yo te decía mírame no dejes de mírame, y poco a poco,
me miraste y todo cambio.
Viniste a mí y nos besamos,
y suavemente te sentaste en tu trono.
tomaste mi mano, y me mirabas a los ojos...
Ahora, sonreías, ahora estabas cómoda, te rinde pleitesía,
y te amé, mi sumisión fue total, el silencio la invadía todo,
las velas y el incienso llenaban de luz y de aroma la habitación.
Nuestros cuerpos sudaban, y disfrute mucho tu postura
en forma de ele.
Muy cómodos nos besamos y besamos.
El tiempo pasó, sin darnos cuenta.
Amanecía para nosotros, un nuevo amanecer de muchos
encuentros, le deje marchar, de lo contrario le secuestraba
para siempre.
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