domingo, 30 de junio de 2024

RACHEL



Rachel, apareció en escena, no sé cómo, ni cuándo 
le recogí en el coche, y la lleve a mi cama. 
Sus ojos azules segaron mi corazón y mis sentidos...

Era tímida y coqueta, una mujer sumisa, en apariencia.
Ojos de zafiros que vinieron del mar, decorados de bellos amaneceres en arenas y aguas turquesas.

Un cuerpo exuberante, esculpido en mármol.
¡Le dije quiero aprender de ti!
Ella sonrió, ¡Tan lejos el uno del otro!

Y nuestros cuerpos a la vez tan juntos, 
cabalgó como una experimentada amazona, tomando el control, del indomable animal negro, que pedía un poco de amor...
¿Dos lunas en capricornio?, ¡La misma Luna!

Le gemía mientras sudamos, diciendo ¡Siempre te seré fiel!
pero ambos sabíamos que era mentira. 
Ella de pago y yo un tonto por creer en el amor, de adolescente, jugamos a disfrutar las posturas del kamasutra.

Ambos nos relajamos y volvimos a empezar, había una clase que aprender en el arte de amar, existe el dolor y el placer.
Probablemente esto, sería solo el comienzo, amor y dolor, dolor y amor.

Por dos horas, nos pertenecemos el uno al otro,
hablando de promesas que no íbamos a  cumplir, evadiendo compromisos futuros, pero esos ojos azules eran mágicos, ¡Nada importaba!

Iluso de mí, otro cometa fugaz cruzando el firmamento de mi vida,
y así caen las estrellas del cielo y mueren en sí misma, apagando su luz.
Pertenecemos el uno al otro, solo un momento, ¡Vive los momentos de la vida!

La música suena a nostalgia y disfruté de cada beso, sin dejar nada.
Cada mordida, que deje en su cuerpo era la marca del león, solo déjalo fluir...
Volvemos a la soledad... ¡El último cigarrillo se apagó!

Y ella tan divina, como un escultura del Louvre, 
¿Vale la pena todo?
Caminamos al coche en silencio y la deje en otra esquina. 

Derechos Reservados – Propiedad Intelectual de la autor. 

Se prohíbe su reproducción. 
Foto de la red

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